Me pide mi amigo Pep que le escriba algo sobre la historia de Bruselas. Tras indagar en museos y librerías de viejo me encuentro, cámara de fotos al ristre, callejeando por el centro. Creo que es la primera vez que deambulo sin rumbo fijo en la ciudad en la que llevo viviendo más de treinta años. Generalmente, en el sitio en el que uno vive los desplazamientos obedecen a motivos precisos, por lo que sólo en lugares que no son los nuestros habituales nos dejamos guiar por el azar, lo que sin duda nos priva de más de una sorpresa.
De no haber estado en “modo vagabundeo” nunca habría dado, en las proximidades de la Plaza Mayor, con la “Rue de la Petite Violette”, un callejón accesible únicamente de diez de la mañana a seis de la tarde según rezan las verjas que lo delimitan. El callejón contiene un misterio reservado a mendigos en busca de urinarios y turistas despistados: un elefante esculpido en piedra que tiene el exclusivo encanto de no figurar en las guías. Por sus orejas, deduzco que representa un elefante asiático y no africano, lo que me permite remontar su origen más allá del siglo XIX en que la Bélgica de Leopoldo II entró en contacto con el Congo.
A duras penas se puede leer la inscripción “In den ouden olephant”, lo que da a entender que la enseña servía para identificar un establecimiento cuyos dueños y clientes empleaban el flamenco brabanzón, el idioma de Bruselas que fue perdiendo terreno respecto al francés de manera notoria a partir del siglo XVIII. Continue reading «Un elefante en Bruselas»