
A apenas 300 metros de donde están reunidos hoy mismo los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea para debatir sobre la enésima respuesta a la amenaza islamista radical, se encuentra la Gran Mezquita de Bruselas y, a su vera, una especie de templo griego.
Se trata del llamado Pabellón de las Pasiones Humanas, inaugurado en octubre de 1899… y cerrado tan sólo tres días después ante la polémica suscitada por el bajorrelieve de mármol de casi 100 metros cuadrados que alberga.
Mujeres exhibiendo sus cuerpos desnudos, relaciones homosexuales a la luz día, representación del lado siniestro de la guerra y de un Cristo vencido por la muerte… ~
Demasiadas provocaciones para una sociedad burguesa bajo fuerte influencia católica que se encontraba a varias generaciones y dos guerras mundiales de distancia de mayo de 1968.
El pabellón, propiedad del Estado belga, ha permanecido inaccesible para el público durante más de un siglo. En la actualidad, tras su reciente restauración, tan sólo se puede contemplar en contadas ocasiones y previa cita, aunque pocos son los europeos que hoy en día pueden sentirse escandalizados a la vista del bajorrelieve del escultor belga Jef Lambeaux, muy famoso en la Europa de finales del siglo XIX y ahora casi ignorado.
De hecho, muchos de los visitantes del pabellón lo hacen atraídos por el hecho de que su arquitecto, y por ende el encargado de transformarlo en “bunker” cuando era tan solo un aprendiz, fuera Victor Horta, uno de los padres del “Art Nouveau”.
Si traigo a colación este monumento tan poco conocido no es tanto por lo que representa en sí, sino por lo que supone respecto a su vecina, la Gran Mezquita de Bruselas.
Fue Balduino de Bélgica quien cedió al Rey de Arabia Saudita el terreno en el que desde 1978 se levanta el principal lugar de culto musulmán de Bruselas, en el Parque del Cincuentenario, a dos pasos de las instituciones de la Unión Europea.
Por aquel entonces los belgas se esforzaban en atraer a ciudadanos magrebíes, marroquíes en particular, a fin de suplir su falta de mano de obra.
Para facilitar el arraigo de estos “nuevos belgas” se pensó en crear un museo de arte y cultura musulmana a proximidad de la Gran Mezquita. Pues bien, una de las opciones que fue expuesta a los líderes musulmanes de Bélgica consistió en albergar dicho museo islámico… ¡en el desaprovechado Pabellón de las Pasiones Humanas!
Se cuenta que el propio Balduino enseñó el interior del edificio a las autoridades religiosas musulmanes, las cuales declinaron, no se sabe si amablemente o no, el ofrecimiento.
Al filo de la abortada primavera árabe y de la aversión que tienen los islamistas radicales hacia las pasiones humanas, la pregunta que me viene a la mente es la siguiente: ¿a cuántas generaciones y guerras de distancia están los musulmanes de su particular mayo del 68? ¿O acaso nunca aceptarán un monumento como éste, cuyo mayor mérito en nuestra sociedad consiste en haber dejado de ser escandaloso para convertirse en banal e incluso pasar desapercibido?