De Vasco de Gama a Ravi Shankar pasando por Kapuściński

Extracto del Boletin de la SGE de diciembre de 2012
Extracto del Boletin de la SGE de diciembre de 2012

Recibo el último ejemplar del boletín de la Sociedad Geográfica Española, en el que publico un fresco sobre la presencia de Portugal en India, y me viene a la mente un delicioso libro que hace poco encontré por azar: “Comment parler des lieux où l’on n’a pas été” (“Cómo hablar de lugares en los que no se ha estado”), del francés Pierre Bayard. El libro está trufado de anécdotas del tipo que el autor de la Historia de Nebraska en siete volúmenes (la mejor obra en su género) nunca estuvo allí, o que el filósofo Emmanuel Kant se vanagloriaba de conocer de memoria los callejeros de Londres y Roma pese a que nunca abandonó su pequeña ciudad natal,  Könisberg. El libro de Pierre Bayard viene a cuento de mi artículo para la Sociedad Geográfica Española ya que yo nunca he puesto los pies en India. Es cierto que varias veces he sobrevolado, en alguna ocasión de día despejado, su vasto territorio camino de lugares más alejados de Asia, pero ello no es óbice para que cada vez que me refiera a India lo haga de oídas. No he tenido la suerte de un Ryszard Kapuściński , el maestro polaco de periodistas y viajeros, cuyo primer viaje fuera de Europa le llevó de noche al aeropuerto de Nueva Delhi. Recuerdo la tensa emoción con la que Kapuściński describió el trayecto en taxi hasta su hotel convertido en carrera de obstáculos a causa de los ¿centenares?, ¿miles? de personas que dormían en el asfalto de la carretera sobre cartones como única pertenencia. Es indudable que India tiene un enorme problema de pobreza tal como la consideramos con arreglo a nuestros esquemas. Pero también parece claro que India posee una riqueza inmaterial que sigue atrayendo a las mentes más inquietas y a los espíritus más “pirados”. Perteneciendo en mis tiempos de estudiante a esta segunda categoría y no teniendo medios por aquel entonces de pagarme un viaje a India, la llamada de Oriente tan de moda en mi generación me condujo a una comunidad Hare-Krishna en Francia… y a una comuna tántrica (mucho más divertida que la primera, ¿verdad Emilio Sánchez?) en la Ribera navarra. Eran años en los que escuchar al recién fallecido Ravi Shankar mientras se contemplaba un “mandala” (imagen circular utilizada en la meditación budista) procuraba efectos psicodélicos y en los que la mera evocación de “kundalini” (la energía vital íntimamente asociada al sexo) era sinónimo de iniciación mística. mandalaEn rebeldía con la religión oficial (sobre todo los que teníamos sarpullidos espirituales) y resueltamente opuestos al consumismo y sus postulados, los jóvenes de mi época estábamos en las antípodas de lo que los portugueses fueron a buscar en India a finales del siglo XV: “cristianos y especias”, según sus propias palabras. Especias encontraron por doquier por lo que durante un tiempo (el que tardaron los holandeses e ingleses en echarles del Océano Índico) Lisboa rivalizó en riqueza con Venecia y Sevilla. En cuanto a la religión, lo patético fue que, tal como expongo en mi relato, Vasco de Gama y los suyos tomaron por cristianos los templos hindúes al creer ver en ellos imágenes de la Virgen María… representada con cuatro o más brazos. Está claro que cada generación ha tenido, y tiene, su propio “cacao” mental. En cuanto a mi deuda pendiente con India, espero que mi amiga Soledad Aizpurúa mantenga su puesto diplomático en Nueva Delhi el tiempo suficiente como para disfrutar de sus dotes de anfitriona en ese pais. Mientras tanto, me consuelo con la deliciosa película “El exótico Hotel Marigold”, de obligado visionado en particular para jubilados y demas aspirantes a «nirvanas».