Pocos «blogs» podrán presumir tanto como éste de altura de miras. Escribo estas líneas en el Glaciar de la Chiaupe, en la Saboya francesa, a tres mil metros de altitud y tras casi una hora de enlazar teleféricos. Lo bautizo con vino caliente a base de «canelle, badiane, gingembre, muscade, orange et citron», la especialidad de la taberna de montaña que tiene a gala ser una de las más altas de Europa. Una pareja de jóvenes rusos con los que comparto mesa (redonda y reluciente cara el chico, compulsivos «da» a cada frase la cautivada chica) ofician de inopinados padrinos. Pese a que este «blog» nace con vocación de observador, la visibilidad fuera de la cabaña es escasa. Después de varios días soleados se ha puesto a nevar, aunque a buen seguro no lo suficiente como para evitar que el glaciar siga retrocediendo hasta que llegue el día, cada vez más próximo, en que desaparezca. Cuando empecé a frecuentar este lugar se podía esquiar en verano en estos parajes, cosa imposible desde 2005. Cada vez son más los días en que, desde la Roche de Mio próxima a este glaciar, se divisa con claridad el majestuoso Mont-Blanc, el pico más alto de Europa que asiste impotente a los cada vez más clementes inviernos y más precoces deshielos. A medida que se retira la nieve, el relieve se vuelve rugoso, accidentado, crudo. He trabajado los últimos veinticinco años para la Unión Europea y su institución más elevada, la más ducha en cumbres. En este período he visto cómo ha ido menguando el manto de los ideales, de la solidaridad, del sentimiento de un destino compartido. A nuestra sociedad también le ha llegado su cambio climático y Europa entera se vuelve rugosa y cruda. Por lo menos, en lo que ha mí respecta he obtenido mi libertad aunque no sepa muy bien con que rimará. Miro los posos dejados por el vino caliente como queriendo leer mi destino y lo que veo son trozos de canela, anís estrellado, gengibre, nuez moscada, naranja y limón. Pensándolo bien, no puedo imaginar un mejor oráculo. Un guarda interrumpe súbitamente el bautismo de este blog para anunciarnos que debemos evacuar la zona ante la falta de visibilidad. El descenso esquiando será largo con mil metros de desnivel por delante, o corto según se mire. Cien años tarda la nieve prensada en convertirse en hielo de glaciar. Un suspiro en derretirse.